domenica 13 marzo 2011

2666




Las lecturas que atrapan invitan a la escritura. Roberto Bolaño no solo te atrapa sino que representa una literatura integral, te introduce en un ambiente cambiante viajero, escritura de paisajes y personajes que se viven pero no se pueden tocar. Historias que maginificas porque te llevan al extremo, te tensionan. Ahora estoy enfrascado en su libro "2666" una novela que estaba pensada para ser cinco pero editada en una sola por deseo de los herederos de Bolaño. Eran cinco libros porque el autor chileno quería dejar una herencia holgada y en ellos se nota la escritura rápida pero magistral. La literatura integral tensionada pero conducida en un caudal que te sumerge (maldito tsunami que está de tanta actualidad, incluso en el subconsciente).

Es una literatura llena de imágenes. Al leer cada noche, haciendo el esfuerzo por no dormirme, las imágenes me pueden. En ese momento antes de caer en el sueño, cuando la retentiva es máxima, cuando acaba el día y estoy apunto de cerrar hasta el día siguiente, estas imágenes cobran más realidad si cabe provocando incluso miedo. Un miedo al que vuelvo cada noche por ser placentero por ser literatura vivida, por invitar a escribir aunque sepa que nunca podría hacerlo así.

"En el patio cuadriculado llovía, el cielo cuadriculado parecía el rictus de un robot o de un dios hecho a nuestra semejanza, en el pasto del parque las oblicuas gotas de lluvia se deslizaban hacia abajo pero lo mismo hubiera significado que se deslizaran hacia arriba, después las oblicuas (gotas) se convertían en circulares (gotas) que eran tragadas por la tierra que sostenía el pasto, el pasto y la tierra parecían hablar, no, hablar no, discutir, y sus palabras inteligibles eran como telarañas cristalizadas o brevísimos vómitos cristalizados, un crujido apenas audible, como si Norton en lugar de té aquella tarde hubiera bebido una infusión de peyote."

Roberto Bolaño. "2666"

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