Después de la crisis, del gran crack que afecta al mundo. Después de este que ha sido un gran error de un sistema repugnante y caduco. Después de las agencias de tasación y del silencio cómplice e inadmisible de los políticos, todavía nos estamos preguntando qué soluciones podemos adoptar para solucionarlo.
Que nadie se preocupe, no nos vayamos a devanar los sesos, ya que a nuestra ayuda ha acudido una vez más la nunca bien ponderada ayuda de la Unión Europea, o de lo que cada vez se parece más al Cortijo de la Merkel, proponiendo una solución que satisfará al incansable mercado en modo tal que quedaremos todos maravillados. Esta no es otra que El pacto del Euro, un lobo con piel de cordero que nos van a meter con abrebocas nos guste o no.
Este inocente pacto se viste de social, buscando lo que parece un fin muy loable: la creación de empleo y reactivar el consumo interno. ¡Que bien, todo se ha solucionado!
La verdad es que este acuerdo no es más que un contrato que nos permitirá vivir un gran idilio con la Banca y los mercados, aquellos que provocaron la situación actual, que tienen el poder fáctico de arruinar países. Es un contrato que visto desde una perspectiva más pragmática busca regenerar el Capitalismo, el Liberlalismo a ultranza, o también salvar Alemania y Francia a costa de los Estados periféricos de Europa.
Nada queda ya de aquel susto inicial donde parecía que los mercados se hundirían, que los bancos perderían su capital. Nada queda de los golpes de pecho, de los compromisos en los que se juraba acabar con los paraísos fiscales. Y nada queda pues nuestros admirables banqueros siguen con sus cuentas en Suiza, siguen ganando cantidades obscenas de dinero, demostrándonos que es posible jugar con fuego y no quemarse pues a cambio se abrasarán otros. Siguen sonriendo ya que privatizaron los beneficios y socializaron las pérdidas y todos miramos para otro lado.
Pues bien en este caso la nada no es la nada, la gente se ha despertado y está en la calle reivindicando un sistema más justo que no se vuelva a construir sobre los cimientos carcomidos del Capitalismo. Muy probablemente esto no haga temblar los despachos de las cimas de sus rascacielos pero si puede desencadenar un terremoto en la consciencia colectiva ávida por devolver el poder a sus legítimos dueños: las personas.